¡Que vivan los blacheviques®!

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Los otros días, mientras revisaba mi perro buscando remanentes de la infestación de garrapatas que hasta hace poco lo estaban afectando (hay epidemia, gente, cuiden a sus animales) me puse a revisar las gratas memorias que conservo sobre algunas de mis (dis)putas recientes que he tenido con los autodenominados “defensores de la vanguardia izquierdista revolucionaria™” en Puerto Rico, y mientras aplastaba los otros insectos vampíricos que me molestaban percibí la existencia de un patrón de lo más interesante.

En el lodazal intelectual puertorriqueño, remanente de aquella charca de Zeno Gandía, ya no podemos hablar de dogmatismos cuando se ha transmutado y bastardizado el dogma original a tal nivel que ha adoptado características de pantomima. Y no hablo de pantomima del grado del genial Marcel Marceau sino de pantomima de quinta realizada por un borracho senil o una tropa de jóvenes religiosos, llenos de fe, pero carentes de una onza de talento o del entendimiento teológico más elemental. El término “dogmático” ha recibido el mismo tratamiento que “posmodernista”: se ha convertido en el peyorativo por excelencia para aquellos que desconocen la definición de la palabra y, por ende, ya ha perdido su significado original.

Hagamos un hincapié momentáneo en este vínculo con el jovencito religioso indoctrinado y sus pantomimas regurgitadas, porque eso es precisamente lo que ocurre con esta sub-especie del homo sapiens politicus vacuosus portorricencis, el cual he tomado la libertad de llamarles los blacheviques®. ¿Qué es exactamente un blachevique? Digamos que si Pavlov hubiese extendido sus estudios a ciertos renglones específicos del comportamiento político humano, no hubiese encontrado un mejor grupo que éste. Si bien criticamos, y disfrutamos, de las peripecias y estupideces que aquellos miembros de la “derecha” puertorriqueña crean de forma mágica y magistral, también tenemos que reseñar el comportamiento cuasi-universal que reflejan algunos que se autodenominan de “izquierda”, whatever the fuck that means…

El modus operandi del blachevique es uno virtualmente idéntico a su opuesto ideológico, el pitiblayanqui. Se toma una pieza de (des)información y se prosigue, de la forma menos didáctica y más burda posible, a la repetición ad nauseam de esta pieza “noticiosa” (léase propagandista). La lista es una buena y deliciosa, comenzando con Cubadebate y Granma y siguiendo al Gran Dios Venezolano mismo, al igual que hace el Adorador de los Dioses del Norte. Tanto para el blachevique como para el pitiblayanqui la palabra del Otro es Verdad Absoluta™, incuestionable, libre de toda duda o debate (el debate libertador no incluye la crítica de la Verdad Absoluta™). El blachevique reclama estar pregonando el derecho a la libertad del ser humano, pero su falta de aceptación a la crítica de su credo particular revela un deseo innato no por facilitar transiciones a democracias verdaderas, sino a caer a la más baja lectura del colectivismo y el socialismo: el despotismo camuflado. Si, eso mismo que practican aquellos dioses encarnados que tanto grafitean y citan los blacheviques boricuas por cada esquina que pululan. Queman los altares dedicados a las deidades entronadas por siglos de fe ciega, para reemplazarlos por sus propios. Todo acto perpetrado por estos dioses encarnados es un paso necesario para esa fantasmal revolución global que se va a llevar enredada todo mal social de la noche a la mañana, y cambiará generaciones de mentalidades encontradas u hostiles a tal discurso.

El blachevique sufre de los peores delirios imaginables: delirios de grandeza y delirios de persecución. Las comparaciones con las comunidades paleocristianas es muy revelador: se busca el martirio para adelantar causas. Esto no nos debe de extrañar. Si recordamos los escritos de Slavoj Zizek podemos ver una relación directa entre el vocabulario político y el religioso. Este aspecto, el teleológico-político, está presente tanto en Hegel como en Marx, y se debe a la forma en que está estructurado el mismo lenguaje. El capitalismo ha reemplazado la fe, pero Dios sigue teniendo barba. La representación de Dios que hizo Monty Python , con la cara de Marx, no deja de perder su genialidad.

El blachevique vive con un fetiche marcado por la violencia, y su “debate” está marcado por el asalto y el insulto. El favorito actualmente es el ataque contra el “intelectual”. Obviamente el blachevique no ha aprendido nada de su historia, y no sabe que las purgas que tanto desean, casi a nivel masturbatorio, terminaron decapitando las sociedades en donde se practicaron, llevando a niveles de miseria, muerte y despotismo casi inimaginables. Un régimen que perseguía a toda persona que usaba espejuelos como “intelectual” y los exterminaba, como lo fue el Kmer Rouge, suena espantoso para el resto de nosotros, pero debe de ser Nirvana para el blachevique. La ironía de que sus postulados son producto del intelectualismo del siglo 19 le es totalmente incomprensible.

Pero el mayor peligro del blachevique es que carece de pensamiento crítico y, por ende, de creatividad. El blachevique, por definición, es una criatura formada en la repetición de la Verdad Absoluta™, de la Palabra, de la acción “calle” y de la confrontación directa y ciega. Es una criatura de fe, absolutista, y su mayor contribución hasta la fecha ha sido la desarticulación del movimiento estudiantil y la fracturación de la resistencia política multi-sectorial contra la embestida neo-liberal actual. En otras palabras, lo mismo de siempre. No hay peor enemigo para la izquierda que la misma izquierda, y esto es un dato hartamente conocido.

Si realmente nos interesa entrar de lleno al siglo 21 y abandonar discursos y pensamientos obsoletos, es necesario cambiar por completo el tono del debate y abolir prácticas enajenantes y totalitarias. No hay espacios para tribunales políticos, colectivismos arbitrarios y mártires. La resistencia a nivel mundial se ha desarrollado como una pluralista, inclusiva, y de democracia directa. El futuro no se encuentra en el pasado y la dictadura del proletariado, sino en las voces unidas de una multitud emancipada. El día de los terrores purgantes que tanto ansían los blacheviques nunca llegará, y creo que todos podemos respirar un poco más fácil con esa idea.