La Ética Como Práctica Social Anárquica

Reynaldo Padilla-Teruel
Sociólogo
reynaldo.padilla@upr.edu

Ponencia para North American Anarchist Studies Network (NAASN) Conference 2012 en
San Juan, Puerto Rico.



Palabras claves: *ética social *socialización y organización social *tradición y prácticas sociales


Breve Exposición

Cuando la moralidad se convierte en regla, en ley, y hay un poder que la representa (Estado, religión, mercado, etc.), algo tan ambiguo como ser moral se convierte en una orden clara y precisa, en un mandato. La construcción de esta “universalidad” -seguir la ley- nunca será moral ya que desplaza las elecciones del yo moral a un mero estatuto donde solo finge ser juez de la conducta apropiada o no apropiada, [cumplí o no cumplí].

La existencia de cualquier ley o regla que intente ser universal, además de ya estar destinada a desvanecerse por sus falsas formas, crea la ilusión de “orden” y se hace pasar como “necesaria” para la vida en comunidad, opacando o casi desapareciendo la voluntad del yo moral de actuar libremente para con los demás. Es bastante popular la creencia que ante la ausencia de leyes la vida sería un completo desorden y un caos. Tal aseveración se puede interpretar de varias maneras. Más que pensar en caos o desorden social, pienso en desorden moral o ético. Además, se puede interpretar de dicha premisa que lo único que me motiva o me mueve a no hacer el “mal” es la ley, es que seré castigado por ello. Tal cosa lo que hace es perpetuar la supuesta necesidad del Estado-Nación para el orden social y la dependencia en un sistema ético-moral rígidamente prefabricado que deje casi moribundo a nuestro yo moral. Este canon moral muchas veces lo internalizamos y es lo que utilizamos para fundamentar o mediar nuestra relación con los demás; esto es que respondemos a las normas de socialización impuestas por el Estado más que a nuestros instintos de sociabilidad como seres destinados a vivir colectivamente.

Cuando el individuo social, ya sumergido en este entramado de leyes que él ha digerido como zombi u obedecido como soldado piensa en mismo y se extraña, siente que ha perdido su individualidad, siente que se ha opacado frente al brillo de la multitud. Se percata por vez primera (o concientiza) que el Otro es su restricción. A este individuo desolado en un desierto moral que no le pertenece no le queda más salida que la de boicotear su propia socialización mediante “la inmoralidad”.

Podemos plantear entonces que esta “inmoralidad” asumida por el individuo es más bien un resentimiento que este manifiesta ante la impotencia de poder estar en “control” de su propia socialización. En su necesidad de lo que se piensa es su libertad, este individuo intenta liberarse rompiendo con los símbolos que interpreta como opresores. Uno de ellos puede ser la falsa pretensión de solidaridad con algún otro y es por eso que se desiste de la misma. El problema recae en que luego de este distanciamiento no se reformula una nueva relación con el otro, sino que esta, la relación con el otro permanece dislocada. De manera que el individuo, mediante su intento de liberación, de recuperar su individualidad, ve como alternativa casi inmediata el romper los vínculos sociales con su comunidad y su acción participativa, y solo se preocupa por sus propios asuntos; sin cuestionarse el papel del Estado en dicha ruptura con “lo social”.



Discusión

El Estado y su organigrama jerárquico funcionan como modelo de organización hasta para la organización de la “oposición” paraestatal o “apolítica”. Para detener este círculo vicioso urge la necesidad de detener la reproducción de las formas de socialización que nos han sido transmitidas a través del Estado. Necesidad que surge a raíz de la sedimentación y cristalización de la acción social ante la aparente disolución del poder de los Estados-Nacionales. Poder del cual el sector financiero global se fue apoderando poco a poco y la actual crisis financiera da testimonio de ello. Luego del “rescate” a los bancos por el gobierno estadounidense, tal traspaso de poder quedó confirmado y verificado.

¿Cómo se puede renovar la organización y la práctica social a partir de una ética de instancia colectiva y no de los principios ético-morales que representen y a la vez justifican el Estado? ¿Cómo renovar el espacio social para que la organización se dé más sólida? ¿Cómo poner en práctica algo que ya conocemos para que sea innovador? Se ve como necesario entonces la reivindicación con los demás individuos a través de una socialización libre o lo más libre posible de la intervención del Estado. Reconocer y comprender al otro individuo en una instancia donde el Estado no lo justifique aparece también como imperante, a su vez necesario para esta reivindicación con este otro individuo en su instancia más pura. Para esto nos ayuda una ética que nos coloque para con él. Una ética social estética que reconozca su carácter y esencia máxima, la otredad.

Técnicamente la práctica de principios o códigos éticos son algo a lo cual uno se acoge o se involucra, pero en algún escenario dado, de ahí que se conozcan éticas profesionales o aplicadas a algún campo en específico. Por el contrario, la práctica de la ética a partir de la instancia colectiva del individuo, la convierte en un acto de voluntad sin arbitraje ni opresión, lo que puede ser llevado a una práctica social relativamente libre y horizontal.

La moral no es una cuestión estrictamente teológica o teísta, sino que el concepto moral está más íntimamente ligado y relacionado al concepto de tradición. Podríamos hablar de que esta o aquella moral proviene una u otra visión religiosa o política, pero ¿qué tal de una moral apolítica o atea? ¿Estaríamos hablando entonces de lo amoral? Me parece que antes de pensar el algo “amoral” debemos pensar en la tradición como lo que posibilita las diferentes morales o hasta lo “amoral”. Dentro de la tradición es que suceden nuestras visiones e interpretaciones del mundo y es donde se puede dar la verdadera crítica a la(s) moral(es) o a la tradición misma.

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Reflexiones filosóficas sobre el anarquismo y las luchas nacionales en un país colonial

Disertación de Damián Hernández Marrero en la 3ra Conferencia de la Red de Estudios Anarquistas de América del Norte

[...]
"Cuando un grupo de seres humanos se asienta y se reconoce como parte integral de un lugar (hablamos de un territorio físico: un país) este no podrá nunca aguantar que se le robe y se usurpe el lugar en el que vive. Por otro lado, no podrá soportar que se le esclavice y robe el fruto del trabajo que hace –es decir que se le robe el producto que creo en el lugar o gracias a los recursos del lugar (la tierra) — en dicho país. Es aquí, donde aparece el sentimiento patrio, un sentimiento de pertenecía a un pedazo de tierra, que se demarca por divisiones contractuales o ambientales, o un sentimiento de pertenecía por afinidades sociales en un lugar definido, que vinculan aspectos culturales, como el idioma, las tradiciones y una conducta moral, o una satisfacción individual y hasta ideológica. Todo esto, choca con la teoría anarquista que aspira y pretende cambiar las mentalidades conscientes que rondan sus filas revolucionarias. Los anarquistas quieren la destrucción del Estado y con ello toda idea de nacionalismos que proyectan las fuerzas de poder. Pero, el sentimiento de pertenencia no es un carácter necesario para el sentido de la palabra nacionalismo, sino un principio mayor que se relaciona, en la opinión de un anarquista, erróneamente con el nacionalismo estatista. Todos los hombres y mujeres, sean internacionalistas, por el lado anarquista o socialista estatista, o no, tienen en grados el sentimiento de pertenencia. Cada uno, reconoce que es de un lugar al que pertenecen, sea por nacimiento o por afinidad."
[...]
"Las condiciones de los independentistas como de los anarquistas y socialistas estatistas son las mismas dentro de una colonia. Mientras, el país en el que viven y luchan este bajo el yugo de un país imperialista, remitámonos a Puerto Rico y el dominio colonia que tiene los Estados Unidos sobre él, no podrán para nada seguir adelante la tarea de la revolución social. Primero, porque los países opresores provocan la alienación de los pobladores, tanto económico como culturalmente, haciendo que se oscurezca el sentimiento de pertenencia (la patria natural) que se refleja por medio de la tradiciones, el idioma y las costumbre morales, para así imponer la tergiversada idea de patria política como significado de nación y así impedir que los seres conscientes del país no promueva cambios sociales que los lleve a perder el territorio que usurpan. Segundo, el gobierno opresor, que en Puerto Rico como país colonial, impone el sistema de explotación capitalista, construye una estructura de poder estatal fuerte en el que se le permita obtener el plusvalor mayor del trabajo que los ciudadanos (puertorriqueños) producen en el país. Aún más, en el caso de Puerto Rico, el gobierno de los Estados Unidos creó las condiciones para que las empresas, especialmente estadounidenses, pudieses explotar a los trabajadores y sacar el plusvalor (ganancia) mayor, sin tener que invertir mas del mínimo requerido, y así enriquecerse a costa del trabajo y del esfuerzo de los puertorriqueños."


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