En Puerto Rico, ha comenzado un “nuevo” Gobierno y ya es palpable
que, sin contar ciertos parches necesarios ante las circunstancias, los
políticos nos ofrecen más de lo mismo, principalmente en el ámbito
laboral: empleo, subempleo y desempleo, nada más. No habrá que esperar
mucho para admitir que el ejercicio electoral sirvió de muy poco, o
nada, en favor de una sociedad – de sociedades – de individuos libres.
Pero comencemos con las (pocas) buenas noticias de este evento.
Considero útil la movida para incluir a las parejas de hecho y a las
del mismo sexo en legislaciones que buscan evitar el abuso en el hogar
(ley 54). También la movida del municipio de San Juan para extender
ciertos beneficios marginales que ya poseían los matrimonios
(heterosexuales) a las parejas (de cualquier orientación sexual) que
conviven sin la “bendición estatal”. Este tipo de medidas no interfieren
con la igual-libertad de los demás, sino que acrecentan las
posibilidades de ver la justicia desde una óptica igual-libertad. Sin
embargo, se trata de medidas que eliminan arbitrariedades estatales que
favorecen un sólo tipo de familia y la proyección estatal de la
perspectiva puritana que considera ciertas orientaciones sexuales como
no aceptables y “anti-naturales”.
Ahora bien, a pesar del Estado y el Gobierno de turno, nos toca a
todos fomentar culturas de respeto y tolerancia ante comportamientos
humanos que en nada nos agreden u obstaculizan y que para nada resultan
en proyectos de conquista y explotación. Investiguemos y propaguemos
formas alternativas de proteger la igual-libertad que concuerden con
nuestros principios libertarios. Esto es en definitiva un proyecto a
largo plazo pero que bien podría considerarse
propaganda por el hecho y
acción directa
de gran eficacia para insertarnos en las luchas del activismo civil
ofreciendo recursos revolucionarios, evitando sumarnos a las tendencias
reformistas que tan mal sabor nos dejan por su mínimo alcance en la
praxis.
Volvamos al tema del empleo, de los 50,000 empleos prometidos por el
Gobernador de turno. Aunque nos prometiera un millón de empleos,
¡empleos para todo el mundo!, el empleo es precisamente el yugo, la
dictadura, la subordinación, el método de producción capitalista por
excelencia. A pesar de la sustitución de empleados por máquinas y robots,
el empleado es en ciertas áreas de la industria más barato (considere
la fabricación de ipods, por ejemplo) que la producción automatizada y
todavía más barato y necesario en diversas áreas del sector de los
servicios, que tanto a crecido en el capitalismo post-industrial. Sin
embargo, si el empleo es necesario para muchos de los humanos que
habitan nuestro planeta es porque el “auto-empleo” es ya casi imposible.
La lógica del empleo – el yo trabajo para un sueldo bajo las órdenes y
el beneficio de corporaciones capitalistas, en no muy pocas ocasiones,
– a calado tan profundo en nuestra cultura que la búsqueda del sustento
por cuenta propia se puede definir en términos del mismo. O empleo o
auto-empleo o desempleo o empleador. Empresarismo le llaman a esta
vaina. ¿Dónde a quedado el cooperativismo, la autogestión y el
sindicalismo revolucionario en todo esto? ¿Dónde la empresa o municipio
comunista entra como opción?
Para hacer el cuento largo corto, estás prácticas tan necesarias para
una revolución socialista han quedado enredadas en el autoritarismo y
el espejismo de la posibilidades de un Estado Benefactor o tachadas como
utopías, sueños de un mundo mejor. Alguna gente, muy poco algo mal
informados, han visto en esta representación del Estado una suerte de
anti-capitalismo “
pragmático y
realista”, de forma que lo proyectan como la única solución al
capitalismo salvaje y rapaz.
Se trata de hacer al capitalismo una experiencia tolerable y de darle apariencia de justicia social a una constante y generalizada intervención estatal.
La política nuestra de todos los días está dominada por la “dicotomía”
(neo)liberalismo-
progresismo,
ambas tendencias encerradas dentro de la lógica del capitalismo y su
demarcación estatalizada acerca de lo que es “lo tuyo”, “lo mío” y “lo
nuestro”. Bajo este discurso – algo simplificado para efectos de esta
entrada – es que se inscriben los reclamos y promesas acerca de más y
“mejores” empleos y aún, desde el adentro de este discurso podemos
divisar los límites de alcanzar esas metas de forma permanente o
estable.
Los ciudadanos de muchos Estados han visto “desvanecer” miles de
empleos de forma cíclica en menos de una generación. Y esto no
corresponde a mejores formas de sustento diferentes al empleo, sino que
implican desahucios, ansiedad, depresión, frustración, mayores deudas,
menos o ningún lujo, problemas familiares y hambre en no pocos casos.
Sin embargo, la receta para esta enfermedad social vuelve a ser escritas
en términos de empleo y las dosis del mismo que hacen falta.
¿Cuál
es la receta actual, en Puerto Rico, para la creación de “nuevos”
empleos? Otorgarle privilegios a patronos y capitalistas que van desde
el subsidio de salarios con fondos del Estado, entiéndase, con los
fondos pagados en impuestos por los ciudadanos, hasta una moratoria en
el pago de ciertos impuestos y patentes, o sea, a que estas empresas se
le exime, por cierto tiempo de aportar al fondo Estatal. Además,
pueden retener parte del ingreso del empleado que en circunstancias
usuales habría de parar en las arcas de Hacienda, pero en este caso,
para costear los gastos en consumo de energía eléctrica. En pocas
palabras, pueden tomar aun más de lo producido por los demás y aportar
menos al Estado que los privilegia y promueve. Así se socializan
despóticamente los costos de hacer negocio en Puerto Rico y mientras las
ganancias las disfrutan unos pocos bajo el amparo de la protección
estatal de la “propiedad privada”.
Nada nuevo queridos lectores, más de lo mismo.
– Pero al menos habrían más empleos.
Empleo, subempleo, desempleo y más empleo, esa resulta ser la única lógica del “status quo”.
Hace no muchos años, en Puerto Rico, era el Estado quien asumía el
rol de crear empleos bajo su propia nomina. Así creció la escuela
pública, la policía y todos los departamentos de servicios estatales. Al
final, como ha quedado en evidencia durante los últimos 8 años, esto ha
resultado muy costoso y virtualmente imposible de pagar con los
recaudos impositivos y el constante endeudamiento estatal.
– Pues que cobren más impuestos a las corporaciones. Y si es necesario, que no se le pague (por ahora) a los bonistas.
– Pero, ¿para qué? ¿Para seguir fomentando monopolios de efectividad mediocre?
– Al menos habrían empleos.
– ¿Acaso no puede cada humano conseguir su sustento sin depender de la relación patrono-asalariado?
– Tipo no seas utópico y pon los pies en la realidad.
– No, no, de veras. Hablo de aquí y ahora y con lo que hay.
No somos pocos los que tenemos habilidades que bien podrían
intercambiarse en el mercado actual y así mitigar la necesidad de
trabajar por un salario. Alguna gente ya hace bizcochos, mecánica,
plomería, etc., sin contar con la bendición estatal y contando con sus
medios de producción. Algunos de estos viven toda su vida de esta manera
sin necesidad de un salario adicional. Y si algunos legitiman sus
auto-empresas es para evitar que Hacienda les cierre el quiosco por
evasión. Y cuando lo hacen no es sin gran sacrificio y con la necesidad
más tarde de orientar su empresa en formas más o menos capitalistas. Así
se integran finalmente al círculo vicioso de generación de empleadores,
empleados, sub-empleados y desempleados.
¿Y si en vez de darle privilegios a los empleadores se disminuyeran las trabas que desalientan el
auto-empleo?
Esto no requeriría subsidios del Estado y pudiera redundar en un mayor recaudo tributario. Aun si los recaudos estatales no subieran,
podría reducir el gasto estatal en ayudas por desempleo, insuficiencia
alimentaria, gastos de salud, etc. ¿Por qué los “políticos” no mencionan
nada similar a esto?
Esa es la pregunta.
Cuando se discute la des-regulación de mercados
siempre se apunta a los mercados capitalistas propiamente dichos, acerca
de como pueden hacer negocios las corporaciones que dominan los
mercados financieros, agrícolas, medicinas, etc. ¿Qué tal si desregulan
los mercados que proveerían
auto-empleo?
Continuaré presentando el argumento en términos reformistas para que
sea más evidente como la soga sigue partiendo por lo más fino, aun
cuando
Alejandro insista en lo contrario.
Si usted tuviera muchas menos trabas estatales (por no decir ninguna) para
auto-emplearse
y se quedase sin trabajo bien pudiera ofrecer algún producto o servicio
desde su casa, o a domicilio, hasta conseguir un nuevo empleo o seguir
con su propio negocio desde su casa. Esto, a su vez, potenciaría mejoras
a las condiciones de los asalariados porque bien pudieran optar por
renunciar y hacer algo por cuenta propia en vez de aceptar malas
condiciones laborales o pasar de un patrono a otro. Así mejoraría la
posición de aquellos asalariados que no tienen contratos de unionado a
la hora de negociar salarios, horarios, beneficios etc. con su patrono.
Esta situación no apunta a una revolución socialista, pero sería una
manera plausible de disminuir el desempleo, aumentar la participación
laboral, nivelar el sub-empleo y aún virar la tortilla en torno a la
oferta y demanda del trabajo asalariado en favor del trabajador, pues
contaría con mayores opciones que brincar de patrono en patrono. Y esto
es sólo contando con las relaciones de mercado. Bien pudiera el Gobierno
tolerar proyectos comunistas de agricultura, por ejemplo, sólo por
probar más alternativas de auto-empleo. Obviamente esto implicaría que
no podrían cobrarle ningún impuesto en moneda. Lo que dificultaría la
extracción de riquezas por parte del Estado si abriese estos espacios.
Digamos que le pide que contribuyan con una fracción de sus productos a
los comedores de la escuela pública o alguna ONG, sólo por eso de
obligarles a costear algún tipo de impuesto. ¿Adónde voy con todo esto?
Lo que intento reseñar es la actitud mafiosa del Estado, que limita
las posibilidades de auto-sustento obligándonos así a participar en
relaciones patrono-asalariado por necesidad. Aún más, el sistema de
impuestos y regulaciones estatales nos imposibilita de cultivar y
cosechar la tierra (individual o colectivamente) sin pagar al Estado una
cuota por permitirnos esto (¡por permitirnos el auto-sustento!). Esto
nos vuelve a tirar, a usted y a mí, dentro de un mercado Estatalmente
estructurado para el beneficio último de la clase capitalista y la élite
de poder que les protege y cobija. Y luego el Gobierno nos promete
crear empleos para ayudarnos a “echar pa’ lante” y “progresar”. ¡Esto es
una charlatanería!
La verdad es que no hay
voluntad política en el Gobierno
para repeler estas trabas. Y eso que lo propuesto no está lejos ni de
los postulados (neo)liberales ni progresistas, aunque sí muy lejos del
saqueo capitalista que ambos bandos sustentan cuando llegan al poder. El
(neo)liberalismo y el progresismo sólo son escudos demagógicos para
ocultarle a usted y a mí que no se nos permite trabajar libremente
porque a la élite de poder se les haría más difícil el apropiarse del
producto de nuestro trabajo. Las instituciones estatales y los
capitalistas tendrían que (volver) a recurrir a términos más violentos
para imponer sus prerrogativas, cosa bien que pudiera provocar (mayor)
inestabilidad social, implicando malos tiempos de negocio para estos.
Además, sería muy notorio que la estructura estatal efectivamente promueve
la apropiación de los frutos del trabajo ajeno. Es por esto que tanto
(neo)liberales como progresistas justifican (algunas o todas) estas
regulaciones estatales como la única forma de alcanzar cierta calidad en
los productos o servicios, protegiendo al consumidor y al ciudadano, y
estabilizar el orden social, pues sino todo degeneraría en “anarquía”,
caos y una lucha feroz de todos contra todos.
– Es que no hay de otra. Las cosas son como son y tiene que haber un orden.
Pues próximamente reseñaremos las posibilidades del orden en la
anarquía y sus beneficios para todos nosotros; excepto para los
capitalistas, la élite de poder y sus
vela güiras.