Nota aclaratoria (o el primer ensayo breve)

     Con La borradura del carimbo no se pretende promover el enajenamiento del "yo" en un individualismo extremista, o la colectivización absoluta de toda la producción y distribución de bienes y servicios, ni la fe ciega en los mercados libres.  Tampoco se pretende dar fórmulas para la felicidad inmediata, o para amasar grandes fortunas, ni se trata de un libro de recetas para transmutar adolescentes rebeldes en salvadores-de-un-mundo-insalvable.  La borradura del carimbo pretende ser un nodo de comunicación donde converjan la tradición libertaria, antiguos proyectos anticapitalistas detenidos y los actuales proyectos populares que viabilizan un desarrollo individual y/o colectivo al márgen de las instituciones empresariales corporativas estatistas.

     Para no dejar de existir, el programa capitalista depende de la intervención del Estado.  Por tanto, las instituciones capitalistas fomentan la confusión entre el país, como territorio, y el Estado (centralización administrativa, reguladora, fiscalizadora y coercitiva) la afirmación de un ideario nacional, la retribución privilegiada para los dueños del capital y la hegemonía de una metacultura empresarista.  Cualquier deficiencia que presente su programa lo interpretan como algo inherente a la condición humana y su propensidad para errar.  Inventan reformas que sirven como adormecedora distracción, evitando que el debate acerca de las condiciones óptimas para la apropiación de ciertas posesiones se divulgue en los foros de participación masiva -- y generalmente pasiva --, fomentando un circo de ilusiones alucinantes, donde los empresarios trapecistas, los asalariados falderos y los académicos bufones harán mil maromas para luego desfilar por la pasarela de puestos gubernamentales.

     Pero el paradigma estatista no ha logrado ahogar los paradigmas emergentes que cuestionan su legitimidad y su modelo corporativo.

     No hay por que buscar entre panaceas y otros remedios infalibles.  Todo consta en practicar la libertad y promoverla, o sea, tener los medios para satisfacer "mis" necesidades sin obstaculizar -- por medio de subterfugios válidados por la coerción que ejerce el Estado a través de su policía y ejercitos -- que otros posean también estos medios.  Además,  contribuir al libre flujo de la información para fomentar el conocimiento y la toma de decisiones bien fundamentadas, de forma tal que la libertad de uno se enriquezca con la libertad de los otros, como proponía Bakunin, y no que cada individuo sea el límite de la libertad del otro, visión truncada de la libertad y del individuo que solo persigue justificar la necesidad de una autoridad paternalista que pueda "mediar" entre las subjetividades para promover la "ley y el orden", en otras palabras, la imposición de una jerarquía autoritaria que proteja la libertad restringiéndola.  Paradójico, ¿no?

     Así pues, borrarnos las marcas que nos impulsa(ro)n a someternos a otros es una práctica que nos dignifica como individuos y es digno de ser compartido con otros que no perciben razones para la sumisión.  La borradura del carimbo será común para aquellos que entienden que no existe utopía en la práctica de la libertad, tontería para los que muestran sus marcas con orgullo, y una terapia para los que la profundidad de sus marcas les agrietaba el espíritu.  Útopico es soñar con un capitalismo eficiente y liberador, un Estado democrático y socialista, o con círculos cuadrados invisibles; distopías la autogestión, el ímpetu individual, la ayuda mutua, la autosustentabilidad, el derecho ha ocupar la tierra desocupada, la autorganización de comunidades participativas y la libre federación de estas comunidades para participar del libre mercado entre individuos libres.


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