El ataque del estado corporativo a la ilusión democrática.

Wisconsin y Puerto Rico están unidos por más que el ser parte de los Estados Unidos. Ahora también nos une la victimización desnuda perpetrada por el estado corporativo, por aquellos que realmente controlan nuestros destinos tras bastidores. Nuestra realidad será una colonial, pero las ideologías neoliberales no toman esas relaciones asimétricas como problemáticas. Al contrario, la realidad del gobierno totalitario en Puerto Rico es solo otra manifestación de la embestida brutal de parte de aquellos intereses privados que realmente cuentan con el control del andamiaje legal, desde aquellos que controlan a todos los jugadores de los tres partidos políticos mayoritarios en Puerto Rico hasta los hermanos Koch en los Estados Unidos.

Con las movidas diseñadas a sembrar el país en un continuo estado de emergencia, el estado corporativo ya ni esconde su control sobre todo aspecto “legal” de la nación-estado. Ya es bastante obvio que el engaño de la democracia representativa, cobijada en la ilusión de la constitucionalidad, no les sirve a aquellos que ostentan el poder. No hay "checks and balances", sólo el puro poder coercitivo de la soberanía desmedida en eternos estados de excepción. Decir ahora que Giorgio Agamben tenía razón es caer en repetir lo obvio.

Mientras tanto, la ciudadanía colonizada sigue comiendo de sus simulaciones de participación trivial, aferrados a sus tribus de preferencia, y a la vez sus intelectuales despotrican cómodamente desde el simulacro de seguridad aparente que genera la torre de marfil.

En un mundo en ebullición, la neutralidad traída del conformismo y la apatía no es solo irresponsable, sino que es letal. Estamos ante una ola de levantamientos y revoluciones inspiradas, tal vez, por una manifestación virtual del zeitgeist que ha llevado a la acción física de la multitud. Lejos de refugiarse en las letras de pensadores muertos o en una apatía abierta contra el intelectualismo, vemos movimientos pluralistas, inclusivitas, tirarse a las calles y retomar su espacio soberano. Vemos, de igual forma, cómo las "sociedades libres" han entorpecido, nublado o actuado arrastrando los pies ante estos movimientos de liberación, y sabemos por qué: temor. Temor a perder el status quo, a ver la vieja tradición de orden y gobierno de los pocos sobre los muchos, sea de derecha o izquierda, carcomida por la movilización de la pluralidad. Por perder sus zonas de control globales, las que perpetúan el fraticida sistema internacional y hacen un chiste del derecho a la autodeterminación. Ese es el gran temor de los estados corporativos, del capitalismo internacional.

Cuál es el miedo a la participación directa que tienen los extremistas de todo espectro político? Cuál es el miedo a dejar el conformismo del centrista? Existen nuevas alternativas para la vida en sociedad, nuevas rutas que pueden ser exploradas, pero mientras sigamos viviendo prisioneros de nuestros miedos y aferrados a nuestras indoctrinaciones no hay forma de poder cambiar nuestra situación actual. Hemos pagado un alto precio por haber abandonado la razón crítica a favor del dogmatismo reaccionario. Ese es tal vez el peor legado a nuestras generaciones: un país vendido al mejor postor, silente y condenado a la obediencia más ciega imaginable.

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